Transcurridos unos días de ser evaluado por el Dr. Rajuela, cirujano especialista en mama, el señor Elio había cumplido con los diferentes estudios solicitados en aquella consulta. Debió compartir sala de espera con diferentes mujeres extrañadas por la presencia de un hombre necesitando exámenes tan particulares.
Con varias de ellas mantuvo conversaciones, haciéndoles entender que también los hombres pueden sufrir patologías en su tejido mamario, las cuales no son tan frecuentes pero desgraciadamente ocurren.
El señor Elio era un apasionado lector comprometido en compartir su vasto conocimiento, lo cual consideraba su deber. En vista de la situación donde se encontraba inmerso había leído todos los textos a su alcance donde explicaban con detalle las diferentes enfermedades que puede padecer el hombre.
También encontró, en los diferentes libros consultados, lo grave que puede ser el cáncer de mama en el hombre, sobre todo cuando no se diagnostica a tiempo y pasa a etapas avanzadas siendo muy remota la posibilidad de curarse o sobre vivir.
El señor Elio sentía como su nueva obligación alertar al común de los seres en el peligro que puede representar las lesiones en esta región olvidada, que se encuentra sobre el pecho de cada individuo.
Una vez completados los estudios para clínicos, entre ellos, eco mamario con punción biopsia y mamografía, así como laboratorios varios; el señor Elio acudió de nuevo a la consulta del Dr. Rajuela, portando en sus pequeñas manos una carpeta llena de resultados.
La misma fue examinada con paciencia por el galeno, mientras el señor Elio se acariciaba sus peludas orejas y se acomodaba una y otra vez los pequeños lentes de lectura que se le desplazaban hasta la mitad de su tabique nasal. Su esposa lo acompañaba con el corazón desbocado y las lágrimas contenidas.
El Dr. Rajuela les explicó que los resultados no eran nada buenos, ya que estaban todas las evidencias de un tumor maligno en la mama con aparente infiltración de tejidos vecinos.
También le preocupaba la presencia de ganglios sospechosos en la zona axilar, por lo que debía ser intervenido a la brevedad posible y luego continuar con agresivo tratamiento a base de quimioterapia, radiaciones y quizás alguna manipulación hormonal.
El Señor Elio sintió un frío helado que le corrió por su espina dorsal hasta la planta de los pies, comenzó a sudar en forma copiosa mientras un temblor en la voz no lo deja articular palabras.
Tenía la esperanza de que su caso correspondiera a cualquier otra enfermedad distinta al cáncer, y que de serlo fuera aún curable; pero la realidad se imponía, posándose sobre él, una sentencia malvada, que lo ponía frente a un futuro lleno de dolor y sufrimiento con posibilidades remotas de salir adelante.
El señor Elio se arrepintió de sus lecturas e investigaciones que lo llevaron a tener un conocimiento tan claro de lo que significaban aquellas palabras pronunciadas por el Dr. Rajuela.
Su esposa le rogó al cirujano que lo operara y le salvara la vida. A los pocos días se completaron los estudios pre operatorios pero el Sr. Elio no se alimentaba casi, pasaba las noches en vela y una angustia permanente no le permitía concentrarse en lo más mínimo.
El señor Elio estaba convencido de que su fin se encontraba cerca y no quería pasar por el calvario que significaban las terapias que le habían mencionado.
El día de la cirugía amaneció nublado con una llovizna permanente, cuando cerró la puerta del zaguán de su casa pensó: “bueno…, es la última vez que camino sobre este hermoso piso de mosaico, quien tantas veces me despidió y recibió con sus alegres colores”
Ingresó a la clínica con la mirada perdida, se dejó llevar del brazo de su esposa hasta que lo entregaron en la puerta del quirófano, allí la vio por última vez….
Para conocer más de este tema, visita la cuenta de Instagram del @drsotorosa.
Fuente: Caraota Digital