Matilde usaba por las tardes una vieja mecedora ubicada en el porche en su humilde vivienda. Como una película recordaba los tiempos felices cuando su esposo Adrián llegaba de los frecuentes viajes del interior siendo recibido con gran algarabía por sus cuatro varones, quienes lo abrazaban emocionados y él los sorprendía con juguetes comprados en el terminal de autobuses.
Ella pensaba: “Que dura había sido la vida cuando les quitó a su adorado Adrián, un hombre tan cariñoso y buen padre”. Desde entonces Matilde se vio en la necesidad de inventar para mantener a su familia, cocinó conservitas de coco que vendió en la plaza, remendaba ropa de vecinos y limpiaba casas de familia.
Los hijos de Matilde fueron creciendo en medio de muchas limitaciones, pero con firmes principios y valores. No les fue posible continuar estudios más allá de la primaria, adoptando diferentes oficios: el mayor pintor de brocha gorda, el segundo policía de la alcaldía, el tercero mensajero y el más pequeño motorizado.
Matilde era una madre siempre risueña, su lema “al mal tiempo buena cara” la caracterizaba. Devota y rezandera como ninguna tenía varias estampitas en su mesa de noche junto a un rosario para momentos de mayor necesidad.
Era una madre muy amorosa, consentía a sus muchachos con suculentos platos caseros que les colocaba en sendas viandas para llevar a los trabajos, también los acariciaba con frecuencia y les daba sabios consejos guiándose por los mejores caminos.
Matilde orgullosa contaba que sus cuatro partos fueron rápidos y sin mayores molestias.
Una tarde observó con sorpresa como se le escapó un chorrito de orina al reírse a carcajadas por un chiste de su comadre Epifanía. No le dio mayor importancia, pero con el tiempo, la pérdida de orina se tornó más frecuente hasta que siempre ocurría con los estornudos, la tos y otros esfuerzos de menor intensidad, hasta llegar al punto de escaparse la orina al levantarse o subir las escaleras, necesitando usar pañales.
Matilde lloraba amargamente por las quemaduras que el orine derramado ocasiona en sus genitales, además del mal olor que despedía. La tierna expresión de su rostro desapareció y sus ojos brillantes de amor ahora eran opacos y tristes, ya no quería cocinar ni salir a conversar con los vecinos de la cuadra.
Sus hijos muy preocupados la llevaron al dispensario donde le practicaron exámenes básicos sin llegar a un diagnóstico claro, le recetaron unas pastillas que no la curaba y le resecan horriblemente la boca.
Matilde estaba cada vez más ensimismada y retraída casi no se quería parar de la cama por lo que decidieron llevarla al hospital donde fue admitida en el servicio de urología y con estudios muy sofisticados le diagnosticaron incontinencia urinaria de esfuerzo por debilidad del esfínter uretral.
Los médicos solicitaron un material especial que con gran esfuerzo lograron entre los cuatro hijos costear y a los pocos días Matilde fue operada colocando una especie de cinta debajo de su uretra que como por arte de magia solucionar esta gran dolencia de varios años de evolución.
Una de las consultas más habituales en urología está relacionada con la pérdida involuntaria de orina, conocida como incontinencia urinaria, la cual afecta tanto a hombres como a mujeres, siendo más frecuente en estas últimas, debido a sus antecedentes de embarazos y partos, que a mayor número suele ser más frecuente e intensa. Existen diferentes tipos de incontinencia siendo la más común la Incontinencia Urinaria de Esfuerzo IUE.
Al evaluar la paciente es importante diferenciarla de otros tipos de incontinencia a través de varios estudios donde se determinan los valores tanto de llenado y vaciado de la vejiga, así como su sensibilidad, así como condiciones del conducto de salida llamado la uretra y la competencia del esfínter.
Entre los factores de riesgo para la sufrir incontinencia urinaria de esfuerzo están la obesidad, hábitos tabáquicos, estreñimiento crónico, embarazos, partos, operaciones ginecológicas como la histerectomía entre otros.
La incontinencia urinaria afecta tanto la vida social como laboral y de pareja, aun así, muchos permanecen callados, sufriendo con vergüenza y resignación las consecuencias de esta condición que es reversible y puede ser tratada de manera muy sencilla.
El tratamiento varía desde simples ejercicios pélvicos para fortalecer la musculatura, rehabilitación del piso pélvico con equipos especiales, así como cirugías mínimamente invasivas que se pueden realizar de manera ambulatoria.
Matilde regresó del hospital siendo la misma de antes, el domingo siguiente celebraron el día de la madre entre sonrisas de gratitud con gestos de gran unión y solidaridad familiar.
Para conocer mucho más de este y otros temas, te invito a mi red social @Drsotorosa.
Fuente: Caraota Digital